Una nueva tarea para el sector empresarial: entender y navegar en la hiperpolitización del mundo

Alejandro Fontana, PhD

En un artículo de Harvard Business Review aparecido en noviembre-diciembre de 2022, Roger Martin y Martin Reeves, ex-decano de Rotman School of Management y presidente del BCG Henderson Institute, respectivamente, sugieren, que en la actualidad, casi todos los negocios se topan, en algún momento, con decisiones que tienen un carácter político y no solo del negocio. Ellos consideran que estas decisiones exigen, además, una reflexión más profunda, porque versan sobre cuestiones controversiales de carácter ético, social o ecológico.

En consecuencia, comentan estos autores, “el supuesto de que los negocios y la política pueden y aún deben estar separados, ya no es realista; especialmente, donde los valores, la identidad y la seguridad son una preocupación de la sociedad”.  Y por tanto, siguen diciendo estos autores, “cuando surge una controversia por alguna acción u omisión de la empresa, ya no es suficiente con enviar un mensaje desde el departamento de asuntos corporativos para resolver el problema”.

Para estos autores, la estrategia -una actividad propia de los directivos de empresas- “es el arte de hacer decisiones informadas en un ambiente competitivo”. Pero estas decisiones, en la actualidad, ya no se confinan al terreno estricto del negocio. La tecnología ha generado un ámbito de mayor transparencia, de modo que las cuestiones éticas, sociales y políticas están constantemente evolucionando, y desafiando el análisis simple que hacían los directivos sobre las consecuencias de sus decisiones en estas cuestiones.

En consecuencia, para estos autores, al tomar una decisión sobre el negocio, los directivos deberían tener en cuenta cinco recomendaciones:

a) desarrollar unos principios que ayuden a navegar en las cuestiones éticas y políticas;

b) adelantarse a las cuestiones éticas del sector;

c) comunicar e implementar, de modo consistente, sus decisiones;

d) promover una asociatividad que vaya más allá del ámbito sectorial; y

e) aprender de los errores cometidos para replantear las decisiones futuras.

Difiero de ellos, cuando consideran que las cuestiones éticas, sociales y políticas deben tenerse en cuenta, porque, en la actualidad, estas cuestiones tienen una repercusión en la reputación del negocio. Efectivamente, hoy en día ese es el fenómeno que se da; pero considero que toda actividad empresarial siempre debe contemplar en su estrategia el impacto que su operación genere en el territorio donde opera, porque es una actividad humana, y como tal, siempre tendrá un impacto social. Y conviene, por el impacto en el propio decisor, que ese impacto social sea positivo.

No obstante esta discrepancia, me parece que las cinco recomendaciones de estos autores son sumamente adecuadas para la prevención de los conflictos sociales o los inconvenientes de carácter reputacional. Y más, cuando ellos sugieren que este análisis sea parte de la estrategia del negocio.

En particular, deseo ahora recoger el ejemplo que ellos ofrecen y que refleja la conveniencia de adelantarse a las cuestiones éticas del sector. El año 2000, todo el sector de extracción y comercialización de diamantes enfrentó una crisis potencial. Los grupos de derechos humanos empezaron a hablar de los llamados “diamantes del conflicto”: gemas que eran extraídas de las regiones controladas por grupos rebeldes, y donde ellos utilizaban esclavos o tenían prácticas inhumanas para la explotación de las minas. Además, con los recursos generados, estos grupos financiaban unas guerras que eran crueles.

Estos diamantes no significaban más del 5% del abastecimiento mundial, pero estas gemas, también conocidas como “diamantes de sangre”, tenían el potencial de teñir la reputación de toda la industria, erosionar la confianza de los clientes y terminar en un boicot a gran escala. Adelantándose a ese posible boicot, y a pesar de que estos diamantes no se extraían en países donde De Beers operaba, esta empresa tomó medidas que fue ir más allá de enviar una comunicación a sus clientes y al público, diciendo que ellos nunca habían comercializado ni comercializarían este tipo de diamantes.

Junto con otras empresas del sector y contando con el apoyo de las Naciones Unidas, lograron que se estableciera el Kimberley Process, un sistema de certificación internacional de “diamantes libres de conflicto”. Además, desarrollaron unos estándares mucho más exhaustivos para enfrentar el riesgo de que este tipo de diamantes se introdujeran en algún eslabón de la cadena de abastecimiento. Esta práctica trajo como consecuencia que el abastecimiento de los diamantes se limitara solo a compañías con minas propias. Ellos también desarrollaron el sistema TRACR: el único sistema blockchain de abastecimiento y distribución de diamantes en el mundo, que permite contar con una trazabilidad impecable de la procedencia de cada gema.

De esta forma, la empresa ha superado un riesgo político grande; pero, además, ha conseguido reforzar su estrategia de diferenciación. Ahora es el “el mejor en la industria” en cuanto procedencia de los diamantes. Y a partir de la implementación de este sistema el año 2018, ha permitido conocer también el impacto que la empresa está teniendo en las personas y los lugares donde extrae sus diamantes.

Si aplicamos esta recomendación: adelantarse a las cuestiones éticas que surjan en el sector, a nuestra realidad nacional, pienso, por ejemplo, en el impacto reputacional que podrían producir las onzas de oro y los concentrados de mineral que proceden en una minería no legalizada o poco profesional que contamina el medioambiente o genera maltratos sociales.

Creo que no podemos quedarnos al margen de los problemas que este tipo de explotaciones sin control ambiental, ni legal, ni tributario están generando en cuanto daño ambiental y problemáticas sociales que afectan a los más débiles de nuestra sociedad. Niños, mujeres y personas sencillas son sometidas a la trata de personas, a condiciones inhumanas de trabajo, a esclavitud económica, a abusos y maltratos físicos. Quizás, es momento de que el sector formal de la minería adopte, en forma colaborativa y con otros actores sociales, medidas para adelantarse a cuestiones éticas que podrían empañar la calidad ética y la reputación de sector minero nacional. Uno de los más importantes del mundo.

El reto de la solución de los conflictos sociales en algunas regiones

Alejandro Fontana, PhD

            El día de hoy, en el país, algunos territorios presentan protestas de pobladores que generan una situación de incertidumbre y violencia en dichas localidades. Por tanto, es importante que entendamos cuáles son las características de este tipo de actuación social. Solo a partir de ello, es posible diseñar una solución adecuada para dicha problemática.

            Lamentablemente, el fundamento de estas soluciones no surgirá de los estudiosos sociales del país y de Latinoamérica. Cuando hice mi trabajo doctoral, tuve que leer -era una obligación metodológica- a muchos de estos autores latinoamericanos. En ese momento, trabajaba los conceptos de gobernabilidad y gobernanza. Y con pena debo decir que estos autores sociales escribían mucho     -tuve que leer muchas páginas-, pero al terminar cada lectura descubría que en todas ellas no se decía nada. No encontré una conceptualización consistente, y menos, una propuesta aplicable. Mucho se reducía a citar a otros autores, -tan insulsos y carentes de aportación como el que leía. Y en toda la lectura, había circunloquios sin una aportación real.  Como consecuencia de esto, tuve que concentrarme en autores europeos y americanos. Por eso, al tratar de aportar una solución a la conflictividad actual, deseo fundamentarlo en los trabajos sobre planificación de John Friedman.

            Después de un análisis muy exhaustivo, que prácticamente le tomó toda la vida, John Friedman, uno de los científicos más renombrados de la planificación social, concluyó que los problemas sociales de un territorio -una sociedad, una región, un país- se intentan resolver con cuatro modelos fundamentales de solución. Además, él encontró que estos modelos se caracterizaban por el modo como los distintos actores sociales del territorio interactuaban entre sí en la solución planteada. Y de este modo, expuso que esas distintas soluciones dependían del protagonismo que podían tener cada uno de los cuatro actores sociales del territorio: la Administración Pública, el Ambito Político, el Sector Privado o Empresarial y la Población Local.

A la solución que se caracteriza por el protagonismo de la Administración Pública, Friedman la llamó Reforma Social; a aquella que tiene como protagonista a la Autoridad Política elegida democráticamente, la llamó Análisis de Políticas; a la que tiene al Sector Privado o Empresarial como protagonista, Aprendizaje Social; y finalmente, a aquella que tiene como protagonista a la Población Local, la denominó Movilización Social.

            Por tanto, la conflictividad que se vive en varios territorios del sur de país corresponde a lo que Friedman ha denominado Movilización Social. Y según él, esta movilización de la población se caracteriza por: ser un movimiento local; por contar con un apoyo grande de la población; porque tiende a la confrontación violenta; y porque entre los pobladores que protestan no existe un conocimiento uniforme con relación a los motivos de la protesta.

En consecuencia, al tener estas características, las Movilizaciones Sociales pueden ser fácilmente manipuladas por un grupo de pobladores locales, o incluso, de extraños, que buscan un interés particular. Para hacerlo, solo deben ganar -de alguno modo- la confianza de dicha población. Y esto se puede dar por el ascendiente que tengan algunos de ellos; porque acusan a un tercero de ser el causante de un problema que afecta a la población; o porque ellos toman la iniciativa y prometen mejoras al resto, que han optado por una actitud pasiva. Por ejemplo, esta ha sido una práctica frecuente en el sector de la construcción en nuestro país. Hay un grupo de delincuentes que promueven o simulan este tipo de movilizaciones para exigir a las empresas constructoras les paguen unos cupos para dejarlas operar. Estos grupos suelen presentarse a las empresas como representantes de la población, incluso, en ocasiones, cuentan con el apoyo de parte de ella, pero realmente, solo actúan buscando su propio interés.

Ahora bien, ¿cómo se resuelve el conflicto que plantean las Movilizaciones Sociales que son promovidas por grupos ideológicos, delincuenciales o locales que solo buscan su propio interés? La clave está en cortar la representatividad que dicho grupo dice tener de la población. Como estos grupos buscan su interés, no tienen una preocupación real por el beneficio del resto de la población; y por tanto, sus actividades terminarán afectando negativamente, tarde o temprano, a los pobladores que ellos dicen representar.

En consecuencia, la estrategia de solución debe buscar el acercamiento y la coordinación con otras asociaciones de pobladores que existan en las localidades afectadas. Es necesario, trabajar con las madres del vaso de leche, con las asociaciones de los puestos de mercado, con la asociación de padres de familia del colegio local, con las asociaciones de ronderos locales, con las juntas vecinales… Es decir, con las organizaciones de pobladores de las localidades afectadas por la Movilización Social.   

No debe olvidarse que la población organizada es un actor político importante en el territorio, y por tanto, el mejor aliado para desterrar de ese territorio las ideologías que buscan un interés particular. Aunque estas provengan de autoridades políticas elegidas democráticamente o de grupos sociales que están en el territorio, una población local a favor del entendimiento y la paz es mucho más poderosa. Los conflictos sociales no son, por tanto, un problema sin solución; lo tienen, pero su solución supone siempre una coordinación directa con la población local.   

Los impactos sociales actuales muestran la falta de sostenibilidad de nuestros proyectos sociales

Alejandro Fontana, PhD

A diferencia de la responsabilidad social corporativa que mira al corto plazo, la sostenibilidad es un concepto vinculado siempre al largo plazo. Ya solo el término en sí nos rememora la necesidad que tiene una propuesta de superar la prueba del tiempo para ser considerada como sostenible. Por tanto, de esta sencilla afirmación, podríamos concluir que los impactos sociales negativos, que estamos viviendo en el presente en nuestra sociedad son la consecuencia de no haber enfocado adecuadamente los planes sociales corporativos.

La noticia mala es que quizás se han hecho muchas acciones, quizás se ha invertido mucho; pero que lamentablemente no se ha hecho del modo adecuado. A mi parecer han faltado conceptos sociales y empresariales claves. En parte, porque en nuestro país nos hemos acostumbrado a no profundizar en el conocimiento científico; o porque buscamos solo resultados inmediatos; y en parte, también, por falta de sensibilidad con los que han tenido menos oportunidades.

La noticia buena es que tenemos una magnífica oportunidad para hacerlo bien, y para generar el impacto social que permita brindar oportunidades a quienes antes no la han tenido, y así asegurar una operación sostenible.

Una consecuencia de ser libre y una posibilidad para conocernos mejor

Alejandro Fontana, PhD

En los tiempos modernos se ha extendido mucho el valor de la libertad humana. Solemos reclamar esta condición cuando por algún motivo externo se ve condicionada. Libertad de expresión o de culto son, por ejemplo, parte de este reclamo frecuente. Sin embargo, tengo la impresión que no llegamos aún a comprender que esta condición humana es mucho más profunda.

            Hablar de libertad personal es reconocer que la persona humana no es un sujeto que reacciona, sino que siempre actúa. Es darse cuenta, que el entorno nunca determina la acción humana, sino que esta, siempre, es personal; y que su origen, solo radica en el sujeto agente. No podemos justificar, por ejemplo, la respuesta amarga de una persona ante quien lo ha maltratado diciendo que esa reacción fue motivada por el agresor; ni tampoco considerar que las maniobras impulsivas de un conductor se deben a la mala calidad del tráfico en la ciudad.

            La naturaleza física es distinta. Siempre reacciona según una ley determinada. Por ejemplo, si algo tiene una densidad menor que el agua, flota en él; o si en la costa se eleva la temperatura del agua a 100°C, empieza hervir. Pero esto que se da en la naturaleza física, no ocurre en la persona humana, precisamente, porque es un sujeto libre. Ninguna de sus acciones se puede considerar como una reacción, porque toda acción suya siempre nacerá de su interioridad. Porque es libre y no es un sujeto condicionado por el entorno, lo que ejecute siempre será una consecuencia de lo que ella haya decidido hacer en ese momento; y si no ha reflexionado en el instante, de lo que ella suele hacer en circunstancias semejantes. En ambos casos, de como ella es, porque así se ha hecho a sí misma.

            En este sentido, en lugar de pensar en los condicionamientos del entorno, lo que debemos considerar es que todo comportamiento humano revela en algo cómo es la persona que actúa.  Por lo tanto, podríamos pensar en la siguiente metáfora. Cuando uno toma una naranja y la exprime, ¿qué sale?… ¿sale jugo de uva, de manzana o de piña?… La respuesta es ¡no!… lo que sale es jugo de naranja, ¿verdad?

            Pues bien, cuando una persona cualquiera está sometida a una presión externa: una contrariedad en los planes profesionales o personales, una enfermedad, el error de unos colaboradores, una decisión mala que compromete a la empresa…, lo que va brotar, lo que saldrá es cómo esa persona es realmente. Es agresiva, incomprensiva, descontrolada, o más bien; es serena, confiada en la Providencia Divina, desprendida del dinero, prudente, responsable, etc.

            Pienso, que los aprendizajes que podemos sacar de esta breve revisión de lo que implica la libertad humana son dos: cada uno tiene un modo de ser, y ese modo de ser se devela con facilidad cuando uno está sometido a presiones externas. Allí tenemos, por tanto, una herramienta para conocernos mejor…

Una tarea entusiasmante para la dirección: ayudar a que los colaboradores se humanicen

Alejandro Fontana, PhD

En muchas ocasiones habremos oído que es importante humanizar las empresas, la propia labor, incluso la propia vida. Pero, ¿esto qué implica en la actividad diaria, en las decisiones ordinarias? Es probable que tengamos una separación entre la actividad diaria y nuestros criterios personales, y que por tanto, resolvamos algunas cuestiones sin ganar en conciencia de lo que realmente hacemos. Es decir, sin experimentar en nosotros mismos la experiencia de autogobernarse.

En este sentido, lo primero que deberíamos aclarar es que lo más característico de la persona humana es el gobierno de uno mismo. Es cierto que nos solemos preocupar mucho por cada uno de nosotros, pero no siempre nos gobernamos; muchas veces, simplemente nos dejamos llevar por una afectividad no educada que exige más de lo que nos conviene como conjunto. La afectividad, no lo olvidemos, escucha solo el reclamo de alguna de nuestras potencias sensibles, pero nunca el del conjunto del ser humano. Esto último corresponde solo a la inteligencia, que tiene la capacidad de oír las distintas voces, y puede por tanto calibrar lo más conveniente para el conjunto.

De allí, que el gobierno de uno mismo suponga la intervención de la inteligencia para sopesar adecuadamente las distintas alternativas frente a una decisión. Por ejemplo, es tarea de la inteligencia reconocer que al ser humano le conviene tener una rutina para la hora de levantarse en la mañana, y esto aunque su potencia sensible le sugiera que es mucho mejor quedarse en la cama, porque hace frío, o siente, en ese momento, mucho sueño. El organismo humano es un sistema complejo, con muchas variables y conexiones entre lo fisiológico y lo psíquico, que para su buen funcionamiento le pide unas rutinas diarias. El Prof. Joan de Dou, psiquiatra y profesor de Self-Management en el IESE, sugería tener una rutina diaria compuesta por cinco o seis actividades que se hicieran siempre a la misma hora: como el levantarse en las mañanas, las tres comidas, el acostarse en las noches, y alguna adicional. Y comentaban al respecto, que esto ayuda a evitar problemas psicológicos, como las depresiones o el estrés.

Por donde se vea, ayuda a humanizarse cuando se aplica la inteligencia a las actividades del día a día. Por eso, si deseamos ayudar a los demás en este proceso, convendrá que simplemente los animemos a pensar las razones de una decisión, aunque las decisiones nos parezcan y les parezcan a ellos casi insustanciales: “dime, ¿por qué prefieres esta discoteca y no esa otra?”, o en el ámbito empresarial, “¿qué es lo que tú consideras que estás aportando a tus clientes, los tuyos, sean internos o externos?”. Este proceso abrirá la curiosidad personal, y de allí, el propio interés por explicarse las decisiones que uno toma. Es decir, empezar a gobernarse a sí mismo.    

En el desarrollo humano: el orden de los factores altera el producto

Alejandro Fontana, PhD

Pocas veces tenemos tiempo para reflexionar sobre nosotros mismos. Siempre vamos muy ocupados con los temas que traemos en el día a día, y como consecuencia, nunca paramos para pensar qué nos está ocurriendo a nosotros mismos.

No llegamos a percibir que en el día a día, todas nuestras actividades -y cada una de ellas en      particular-, nos impactan en nuestro modo de ser. De un lado, estas actividades son una fuente de conocimiento: en ocasiones grande, aunque muchas veces también muy pequeño; generan o no competencias profesionales: estratégicas, ejecutivas o de liderazgo; impactan también en nuestra sensibilidad -que no es una competencia ni un conocimiento-, es sencillamente, la reacción que tienen nuestras facultades sensibles ante un estímulo externo, real o imaginario.  En pocas palabras, cualquier actividad propia impacta directamente en nosotros mismos, y en consecuencia, nos determina de un modo o de otro; y esto, aunque no seamos conscientes del proceso.

De allí que al final, lo que cada uno es al día de hoy esté muy relacionado con las actividades que uno ha hecho hasta el momento presente, y más, con aquellas que han sido las más recientes. Se entiende -claro-, que quedan fuera de este análisis las intervenciones divinas en la persona humana. Estas intervenciones pueden modificar el ser de una persona en cualquier momento -al margen de toda su historia-, porque sencillamente el ser es una cualidad de dominio exclusivo de la divinidad.  Y El puede modificarla en sus criaturas en cualquier momento.

En consecuencia, al margen de esas situaciones particulares, el desarrollo humano se gobierna por una relación entre el ser, el tener y el hacer. Ahora bien, en el mundo empresarial, esta relación suele seguir el arreglo que recoge la figura 1.

Figura 1

Lo que mueve a muchos directivos es el tener. Es decir, soy un abogado que cada día atiende (hace) muchas consultas, porque quiero tener mucho dinero [prestigio, poder, viajes, privilegios]. Pero este modo de actuar tiene unas consecuencias que solo van a percibirse después de un tiempo. La casilla del ser se modifica -y muchas veces, seriamente-, cada vez que uno ha pasado por la casilla del hacer; es decir, todo hacer tiene un impacto en el propio ser.

Sin embargo, al hacer, uno no suele ser consciente de que esas acciones -según como ellas sean-, alteran el modo de ser. Y así podemos terminar siendo un abogado calculador, malgeniado, con pocos amigos, sin personas que lo quieran; o desconfiado, fácilmente irritable, incapaz de sonreír, o de pensar bien de alguien.

Por eso, en ocasiones, cuando uno se encuentra con un amigo al que no veía hace mucho tiempo, uno tiene la impresión de conversar con alguien distinto al que había conocido: ya no tiene la sonrisa que tenía antes; ya no es tan confiado como lo era; o ha perdido amabilidad que tenía; o se ha rigidizado.

Para evitar este tipo de situaciones, conviene saber que la relación correcta entre estas casillas que caracterizan el desarrollo humano es la que muestra la figura 2.

   Figura 2

El hacer de la persona humana debe dirigirse a tener los medios que se requieren para ser lo que se desea ser (o lo que está llamado a ser, como lo diría un filósofo personalista). Por lo tanto, lo primero que hay que definir es ¿qué quiero ser, o mejor cómo quiero ser? ¿Quiero ser un buen amigo, un buen padre de familia, un buen profesional?

De allí, tendré que considerar qué debo tener para ser así: como quiero ser. ¿Necesito tener una carrera profesional, una casa, un conocimiento actualizado de mi materia, tener capacidad de sacrificio, capacidad para someterme a un plan personal, tener una buena salud?

Y finalmente, definir qué actividades debo hacer para poder tener lo que necesito para ser lo que quiero ser: estudiar tres horas cada día, seguir una rutina semanal en el gimnasio, nadar dos veces por semana, escribir los informes que me pidan, repasar el idioma que requiero hablar, tomar clases de improvisación, dedicar cada día 15 minutos a rezar, etc.

Como vemos, a fin de cuentas, no es tan difícil proponerse ser lo que uno quiera ser. Y más bien, con qué facilidad, por error en el orden de los factores en nuestro gobierno personal, alteramos nuestro modo de ser. Para no equivocarnos, conviene recordar que la auténtica libertad consiste en la posibilidad que tenemos de ser lo que deseamos ser.

Algunas ideas para empezar a reflexionar sobre el impacto del metaverso

Alejandro Fontana, PhD

Para aquellas personas que están familiarizadas con el mundo de la tecnología, la palabra metaverso no resulta ser una novedad. Sin embargo, para aquellos que somos inmigrantes digitales, porque hemos nacido antes de la aparición del internet, este término puede resultarnos más o menos extraño, y hasta lejano. No obstante, como no hemos de perder de vista que los desarrollos tecnológicos generan cambios mucho más abruptos y radicales que aquellos que proceden de otros ámbitos, pienso que conviene empezar a trabajar en los criterios para gestionar este desarrollo tecnológico en nuestras organizaciones y en nuestras vidas.

Una buena descripción de lo que significa el metaverso la podemos encontrar en un artículo publicado en diciembre del año 2021, por el profesor Bokyung Kye y otros autores, en el Journal of Educational Evaluation for Health Professions:

El metaverso puede ser descrito como un espacio donde el mundo real es aumentado por la realidad virtual. Donde el mundo real se conecta con la realidad virtual, el mundo real se replica en la realidad virtual, o la realidad virtual se convierte en otro mundo. Desde un punto de vista funcional, el metaverso integra información codificada, el servicio de social networking (SNS) y elementos de juego. Desde una perspectiva evolutiva, el metaverso es una mezcla del internet 5G y la tecnología de convergencia virtual, reflejando así, un mundo que se ha extendido y desarrollado como respuesta a la pandemia COVID-19. Desde el punto de vista técnico, el metaverso es un complejo de tecnologías de la realidad virtual. Y socialmente, es un espacio donde los miembros de la generación nativa digital dejan huellas de su vida diaria o su vida económica con sus distintas apariencias (personajes, avatares) en el mundo del internet en 3D (p. 8).

De otro lado, para tener una idea de la importancia que este concepto ha adquirido en los últimos años, Matthew Ball, un experto en esta materia, señalaba en una entrevista concedida a Alison Beard, de HBR IdeaCast,  que a pesar que aún existen una serie de retos para hacer que el metaverso sea una tecnología universal, siete de las once empresas más grandes del planeta están ya invirtiendo billones de dólares para renombrarse a ellas mismas, reorganizarse y preparar los lanzamientos en esta década de sus productos más importantes.   

Pero además de convertirse en la plataforma de publicidad más grande del planeta: basta considerar, como comenta el mismo Matthew Ball, que cada nuevo nacimiento implica un nuevo jugador de videojuegos, y que por tanto, el sector de los videojuegos crece cada año en 140 millones de nuevos usuarios, el metaverso puede tener también aplicaciones en el mundo de la educación. El profesor Bokyung Kye señala que el metaverso sería un espacio para nuevas comunicaciones sociales; que generaría un grado más grande de libertad para crear y compartir; y que daría la posibilidad de experimentar nuevas experiencias a través de la alta inmersión que permite la virtualidad.

Sin embargo, él mismo señala que el uso del metaverso puede generar también algunas dificultades en la educación, como una más débil conexión social y la posibilidad de atentados contra la privacidad; una mayor facilidad para los delitos debido al anonimato y la virtualidad del metaverso; y una mala adaptación del mundo real en los estudiantes con una identidad no bien establecida.

Considero que estas descripciones e ideas pueden ayudarnos a ir identificando los criterios con los que deberemos gestionar este nuevo desarrollo tecnológico: el metaverso. En todo caso, la cuestión ya está abierta.  

Aquello que se nos ha dado y no percibimos con claridad

Alejandro Fontana, PhD.

En las últimas décadas estamos asistiendo a una apertura a decidir sobre el propio destino cada vez mayor. Probablemente, este sea uno de los mayores dones que hemos recibido los habitantes de este tiempo. Esta capacidad de decisión permite que cada uno de nosotros pueda desplegar todo el potencial de su libertad.

La consecuencia natural de esta situación debiera ser, por tanto, la aparición cada vez mayor de personalidades más y mejor cultivadas; sin embargo, desafortunadamente, no es esto lo que encontramos a nuestro alrededor. Muchos de nuestros contemporáneos, especialmente las generaciones más jóvenes, no consiguen cuajar en una personalidad madura, solvente y cultivada. Muchos son inestables de carácter, volubles en sus decisiones, poseen horizontes muy cortos, se manejan con criterios elementales y sus realizaciones son muy pobres.  Por ejemplo, muchos se contentan con tener una figura fitness: dedican muchas horas de entrenamiento, e incluso se muestran preocupados por la dieta alimenticia. Y todo para un resultado, que siendo importante, es desproporcionado a la dedicación de esfuerzos y tiempo, porque no es un bien que produzca un crecimiento específicamente humano.

De algún modo, los criterios para decidir sobre uno mismo se han dejado a la espontaneidad, a la moda y a lo políticamente correcto. Es más cómodo hacer lo que uno siempre ha hecho; arrastrarse por la moda no obliga a pensar; y siempre uno queda bien cuando no desentona con las normas que prevalecen en el ambiente.

Sin embargo, como menciona Peter Drucker, el éxito no se planifica. El éxito solo se consigue cuando uno está preparado para aprovechar las oportunidades que se le presentan. De modo que la gran tarea de una persona es prepararse para las oportunidades que se le pueden presentar en el futuro. Las pasadas no cuentan; en todo caso, hay que sacar experiencia de ellas, pero hay que seguir mirando hacia el futuro, y hay que hacerlo preparándose para las posibles oportunidades que surgirán.

En este sentido, Drucker sugiere que la preparación para una carrera exitosa exige responder a las siguientes preguntas: ¿cuáles son mis fortalezas?, ¿cuál es mi modo de trabajar?, y ¿qué valores tengo?

Si uno no conoce sus fortalezas no puede sacar el mayor partido de sus capacidades. Lo que hace bien, no lo hará mejor: es mucho más fácil pasar de hacer algo bien a hacerlo excelente, que pasar de hacer algo mal a hacerlo mediocre. Hay una razón de eficiencia.

Ahora bien, el mismo Drucker sugiere usar el método de feedback para conocer las propias fortalezas: cada vez que se toma una decisión importante definir cuál es el nivel al que se desea llegar. Pasado unos meses, revisar dónde se ha llegado y contrastarlo con el nivel original. En dos o tres años, uno tendrá suficiente información sobre las principales fortalezas y las debilidades de uno mismo.

Con relación al modo de trabajar Drucker sugiere que cada uno identifique las características más relevantes: si resulta fácil trabajar en equipo o de modo individual; si uno se siente cómodo como decisor o como asesor; si improvisa con facilidad o más bien requiere contar con toda la información antes de actuar; si aprende escribiendo, hablando, leyendo o escuchando. 

En tercer lugar, los valores de una persona también son determinantes. Por ejemplo, definirán que una persona se sienta cómoda en una determinada posición de una organización. No hay que olvidar lo que señala Drucker: las organizaciones también tienen valores, y para que alguien esté satisfecho en esa organización no puede haber un contraste fuerte entre sus valores y los de la organización.  Los valores son las razones de fondo por las que alguien decide algo: aquello que le obliga a moverse o dejar de hacerlo. Podrán ser éticos o no; la ética agrega una cualidad más profunda a las decisiones, pero ahora no tenemos espacio para detallarla. Lo dejaremos para otro artículo.

En todo caso, sí creo conveniente adelantar otra pregunta que también debiéramos hacérnosla cada uno: ¿cuál será mi contribución? Si tengo la oportunidad de decidir sobre mis competencias y lo que busco es el mayor desarrollo de mi personalidad, no puedo dejarme de interrogarme por lo que será mi principal contribución: aquello por lo que deseo ser recordado, como comentaba Joseph Schumpeter.

Y como esta contribución no podrá ser ajena al entorno que nos rodea,
lo que cada uno también debiera preguntarse es: ¿cuál es mi lugar?

Si el don más grande que hemos recibido los habitantes de esta parte de la historia humana es la capacidad de decidir sobre sí mismos, no está de más que echemos una mirada a cómo lo estamos haciendo.

Una aclaración sobre una realidad espiritual que procuro vivir

Alejandro Fontana, PhD

Ante los comentarios que han surgido en los medios de comunicación y en las redes sociales sobre el Opus Dei y el Motu proprio “Ad Charisma tuendum”, me parece conveniente compartirles algunos elementos que pueden ayudar a hacerse una idea más precisa del hecho.

Llevo más de 40 años viviendo el espíritu del Opus Dei, y puedo decir, de primera mano, lo que este modo de vida puede hacer en alguien. Los cambios que se han dado en mi modo de ver y enfocar la realidad; lo que me ha permitido descubrir que debo cambiar; la claridad doctrinal a la que me ha permitido acceder; y también, el impulso y el apoyo que he recibido para crecer como persona son, para mí, un testimonio evidente. Lo que recoja aquí, lo hago solo a partir de mi experiencia personal.

Lo primero que aclararía es que las realidades espirituales no pueden calificarse con las categorías temporales: poder, influencia, dominio, imperio, etc. Siempre será una tentación próxima actuar de ese modo, porque las realidades espirituales las gestionan personas humanas, y por tanto, es fácil pensar que estas categorías frecuentes en las realidades económicas y políticas se extienden a realidad espiritual. Pero no es así. La capacidad espiritual de una persona o la inteligencia espiritual -como la define el Richard Wolman, profesor del Medical Center de Harvard- es la capacidad que nos permite preguntarnos por el sentido de la vida, y experimentar la conexión entre cada uno de nosotros y el mundo.

Hace referencia, por tanto, a un ámbito muy personal e interno, donde no cabe hablar de poder, ni de dominio, ni de imperio de otros. Pienso que al pretender conceptualizar a una organización de carácter espiritual -un grupo de personas o de fieles, como en este caso-, fácilmente uno es objeto de un error de conceptualización, porque perdemos de vista que en esa realidad lo que prima es el individuo y no los objetivos de un grupo. Lo espiritual hace referencia al sentido de la vida personal, y esto es único, irrepetible y exclusivo en cada individuo.

Cuando el 2 de octubre de 1928, el Señor hizo ver a San Josemaría Escrivá de Balaguer una realidad que se había diluido a lo largo de los siglos en la Iglesia Católica: que cada uno de los fieles estaba llamado a la santidad, es decir, a vivir su realidad particular única, irrepetible y exclusiva entorno al deseo de desarrollar una amistad sincera y personal con el Señor, no solo le dio el encargo de exponerlo a todos los hombres, en todos los lugares y en todos los tiempos. Al mismo tiempo, le mostró también que debía haber un grupo de fieles cristianos, que sin ninguna particularidad, mostraran al resto de los fieles que este mensaje no era una utopía, sino una realidad totalmente realizable y viable.

Por tanto, debía haber unos hombres y unas mujeres de diversas profesiones y oficios: artistas, payasos, ingenieros, campesinos, personas del servicio doméstico, peluqueros, policías, madres de familia, etc. que simplemente viviendo su vida dieran testimonio que en esas circunstancias de la vida, una persona puede vivir y crecer en la amistad del Señor, hasta convertirse en un santo de altar.

Esta ha sido la razón por la que el Fundador del Opus Dei, y luego, quien lo sucedido en la dirección de la Obra buscaron que el traje jurídico en la Iglesia fuese el adecuado a esta realidad; una realidad que resultaba nueva para la Iglesia. A esa solución se llegó el año 1982, cuando el Papa San Juan Pablo II erigió el Opus Dei en Prelatura personal. Por eso, a mi entender, el Motu proprio Ad Charisma tuendum muestra que la realidad espiritual del Opus Dei aún no se ha comprendido del todo en la Santa Sede. El capítulo pendiente sería comprender que el carisma del Opus Dei es ser solo fieles cristianos, como todos los demás fieles de la Iglesia, sin ninguna diferencia externa.

Pongo un ejemplo que puede ayudarnos a entenderlo. Imaginemos una familia compuesta por el papá, la mamá y cuatro hijos. Sin ninguna duda, podemos afirmar que todos los hijos tienen la condición de hijo de igual forma. Ninguno es más hijo de sus padres que los demás. Sin embargo, si uno de los hijos decidiera, en un momento de su vida, querer mucho a sus padres y esforzarse por atenderlos en todo, podríamos afirmar con completa seguridad que ha habido un cambio fundamental en él. Y al mismo tiempo, podríamos afirmar que este cambio no ha modificado en nada su condición de hijo. Sigue siendo igual de hijo de sus padres -ni más ni menos- que cualquiera de sus hermanos. El cambio se ha dado solo en su interioridad: la realidad espiritual. Esto es lo que le sucede a un fiel del Opus Dei: internamente ha decidido tratar con más cariño al Señor, sin que se dé ningún cambio en su condición de fiel cristiano, aunque sí se produzcan unas acciones externas acordes con esa decisión suya.

Pues bien, esta es una realidad espiritual para la que las categorías del derecho canónico aún están en fase de entendimiento. Y por eso, se comprende, sin ninguna admiración, algunas decisiones con relación al traje jurídico que no sean los más adecuados para esa realidad espiritual. Sin embargo, como en la Iglesia Católica, donde está Pedro está Cristo, no resulta nada difícil tener la seguridad de que por este camino se llegará a la total comprensión.

El amor a la Patria

Alejandro Fontana, PhD

Hay bienes que solo se estiman cuando se pierden. Uno de ellos es el sentido de la patria. Quienes por algún motivo han perdido su condición de ciudadano de un país, han experimentado una soledad y una pérdida muy grande, quizás semejante a la que experimenta un niño cuando pierde a sus padres.

La patria es una realidad que cumple un papel semejante al del hogar; es ese terruño donde a uno se le comprende y quiere por el simple hecho de ser, y no por lo méritos muchos o pocos que posea. Por eso, una patria ofrece su cobijo sin preguntar el color, ni la estatura, ni el coeficiente intelectual. Simplemente acoge, y brinda su apoyo -en la medida de sus posibilidades: de las posibilidades de los que son mayores en la casa. Todos los que hemos tenido la gracia de nacer en nuestro país hemos recibido ciudadanía y un reconocimiento ante los demás pobladores del mundo. Y junto con ello, hemos heredado una historia: los hechos que unas vidas concretas han desplegado en este espacio, y que de una manera u otra han marcado nuestro modo y estilo de vivir.

El amor a la patria no puede dejar de reconocer que la patria impacta en la identidad personal. La patria como la familia imprimen carácter. Nuestro ser tiene un contenido peruanísimo, que solo se adquiere cuando se nace o se arraiga aquí, y sin que esto deteriore contenidos que alguien pueda haber heredado o forjado en otros espacios y tierras. La persona humana es un ser interiormente infinito, y así, está abierto a las interacciones con otras personas humanas, y es capaz de adoptar en su personalidad formas de terceros hasta hacerlas propias.

Como la primera actitud del auténtico amor es el aceptar, el amor a la patria se manifiesta en aceptar la identidad que ella nos da. Aquí no interesa si la patria que nos ha acogido es grande o pequeña; si es poderosa o débil; cultivada o incipiente; rica o pobre. Es el reconocimiento de que somos de esa nación, como lo somos de una familia, de unos padres y hermanos. De allí que el verdadero amor a la patria se acompañe, de un lado, por el conocimiento de la realidad -tal como fue-; y de otro, no exista un juicio crítico y superficial de los hechos pasados. Algo propio de quienes se juzgan mejores que los antepasados, porque ellos saben lo que debió hacerse, y olvidan que “después de la guerra, todos somos generales”.

Y nuestra identidad peruana no puede construirse al margen de la realidad: los peruanos somos hijos de extremeños, andaluces, castellanos, aragoneses, tallanes, chachapoyas, huancas, quechuas, aimaras, mochicas y chimúes en primera instancia; y luego, de otras culturas con el resto de las migraciones, formando así una mixtura que solo el amor humano puede imaginar. No debemos dejar de tener presente, que en una de las primeras normas de la Corona de Isabel y Fernando fue la promoción de los matrimonios entre españoles y mujeres indias, y entre indios y mujeres españolas.

El amor a la patria supone también una inquietud por conocer la verdad sobre nuestra historia, y no quedarnos con lo que intereses particulares muestran. Debemos estar atentos a ellos no nos cambien la narrativa. Durante mucho tiempo, intereses extranjeros han distorsionado la realidad española con la llamada Leyenda Negra. Solo a modo de ejemplo: la conquista del imperio Inca y del imperio Azteca no fue una obra solo de españoles; fue una alianza entre ellos y los pueblos indígenas sojuzgados por los gobernantes de ambos imperios. Los Chachapoyas: los habitantes de lo que hoy llamamos Kuelap, lucharon junto a Francisco Pizarro contra Atahualpa.

El amor a la patria también debe percibirse en el cuidado del bien común, de la infraestructura pública, del ornato de nuestras ciudades, de sus parques y avenidas; y por supuesto, del ambiente en las vías públicas. Todo lo que podamos hacer por mejorar nuestro civismo construye más patria.

Y un elemento que nunca puede faltar en el amor a la patria: la preocupación por los débiles de nuestro país. Dicho así, todos podemos ocuparnos de otros. Esto es una parte importante del sentido de la patria. Por eso es que muchos extranjeros se hacen completamente peruanos, porque viven y buscan la mejora de nuestros compatriotas más necesitados. Estoy seguro que se nos vienen muchos nombres a la mente; hoy solo quiero mencionar tres: Adolfo Cazorla y su preocupación permanente por las mujeres aimaras; Willen van Immerzeel, fundador de Pachamama Raymi, que ha cambiado la vida de muchos compatriotas nuestros en el interior del país; y Richard Graeme, el primer CEO de Gold Fields, que le dio una oportunidad nueva a Hualgayoc y a muchas comunidades de esa zona.