El ejemplo de George Merck y el Covid-19
Alejandro Fontana, PhD
Pienso que es difícil que directivos que durante dos décadas se han enfocado en maximizar los resultados económicos de sus empresas cambien rápidamente, ahora, de enfoque, y pasen a centrarse en el bienestar de la sociedad, como lo sugiere el nuevo principio del gobierno corporativo: el propósito de la corporación. Como las personas humanas somos seres que se modifican a sí mismos cada vez que actúan, deciden o desean, entonces los argumentos que ellos han manejado, el alcance de su visión y las costumbres formadas en ellos serán como un freno de mano para ver la conveniencia de actuar en función al bienestar de la sociedad, en lugar de buscar principalmente más ganancias económicas.
Las circunstancias sanitarias que nos rodean presentan, indudablemente, un reto grande para el sector farmacéutico. Por tanto, el objetivo de esta breve reflexión es recoger algunas consideraciones que puedan servir a estos directivos a acertar en sus próximas decisiones, y no dejarse llevar por la inercia de enfocarse en los mayores beneficios posibles.
En primer lugar, deseo traer a la consideración un ejemplo que me parece muy significativo, y que se dio en el sector farmacéutico. Es el caso de George Merck, Presidente de la compañía del mismo nombre entre 1925 y 1950. Según comenta Alex Edmans en la conferencia The social responsibility of businesses, la penicilina desarrollada por Merck se utilizó por primera vez, el año 1942, en el tratamiento de una estrepto septicemia en Ann Miller. Ella había sufrido un accidente de tránsito, y aunque se le habían aplicado diversos tratamientos durante varios días, la infección no cedía, la fiebre no descendía y ella estaba a punto de morir. Sin embargo, en cuanto se le aplicó la penicilina, la fiebre bajó inmediatamente, y ella comenzó a recuperarse muy rápidamente. Finalmente, ella salió del hospital restablecida, tuvo tres hijos y murió a la edad de 90 años. Si no hubiera sido por el uso de la penicilina, hubiera fallecido en 1942.
Cuando George Merck comprobó el éxito que había tenido la fórmula de la penicilina desarrollada en su empresa, decidió compartir el secreto de la producción con todos sus competidores. ¿Cuál fue su razonamiento? Para George Merck, el objetivo de su dirección no era hacer la mayor cantidad de dinero vendiendo medicinas; era usar la ciencia para salvar vidas. Y ¿cuál fue el resultado de esta apertura en el uso de la fórmula de la penicilina? Se salvaron miles de vidas en la Segunda Guerra Mundial.

Como Edmans concluye: “para George Merck, la medicina era para la gente, no para hacer beneficios”.
Este ejemplo me permite introducir un segundo elemento de reflexión. Rara vez podemos observar todo el impacto social que una decisión empresarial generosa puede acarrear. En el caso de Merck, este impacto fue salvar muchas vidas de los combatientes heridos en la Segunda Guerra Mundial. En el caso de la crisis sanitaria actual, el impacto social será, muy probablemente, la vida de muchas personas sencillas, con pocos recursos, cuyos nombres no saltarán a la historia, pero cada una de ellas con familia, hijos, padres, esposas que sufrirán la pérdida.
Alguien podría pensar que la injusticia se da en el origen, que no debiera haber personas con menos posibilidades que otros. Y sí, es cierto que estas situaciones son consecuencia de hechos y acciones pasadas, pero ni esos hechos ni esas acciones los podemos cambiar ahora. Y eso sí, esta es una realidad que tenemos a nuestro lado, y que está allí, además, para que quienes tenemos más posibilidades hagamos algo por ellos, y no los dejemos a su suerte… Los pequeños, los débiles de la sociedad se nos han confiado a los que hemos tenido en el origen más posibilidades; y su presencia no es una desgracia, no significa el recorte de unos recursos que nos pertenecen; nos dan, más bien, la oportunidad para salir de nosotros mismos, y de usar de esos recursos que poseemos para sembrar mucho bien, para salvar vidas…
Que el ejemplo de George Merck y la consideración de que lo que hacemos afecta principalmente a las personas más débiles de nuestro país nos lleve a todos a poner el bien común por encima de los propios intereses.
El liderazgo privado y la solución a la crisis COVID-19 en nuestro país
Alejandro Fontana, PhD en Planificación y Desarrollo
No es la primera vez que la humanidad pasa por un momento de crisis ocasionado por un problema social que se ha salido de cauce. Han sido muchas las ocasiones en las que los problemas sociales como la carencia de alimentación, la falta de vivienda y de abrigo, o amenazas a la salud han atacado grandes poblaciones. Pienso por tanto que la respuesta a estas problemáticas las podemos diseñar a partir de dichas experiencias.
En particular, me llama la atención que ante problemas sociales muchas veces la respuesta de las sociedades haya partido no de los estamentos oficiales, sino de iniciativas personales y privadas. Por ejemplo, las personas que por tener una visión más trascendente eran más sensibles a los problemas de los demás se han preocupado siempre de hacer algo a favor de los más afectados por una enfermedad, por la falta de asilo, o de alimentación. Muchas congregaciones religiosas nacieron precisamente con esta misión, y pusieron, además, el único recurso que disponían: su propia vida, que dedicaban por entero a ese objetivo, sin esperar ningún reconocimiento temporal. Por eso, la participación de personas e instituciones privadas en la solución de los problemas sociales ha sido esencial, y ha jugado un rol muy relevante.
Cuando el Prof. Friedmann analizó los diferentes modelos que la humanidad ha planteado para resolver los problemas sociales, encontró que a lo largo de la historia había cuatro patrones. El primero de ellos muestra cómo algunas sociedades confían el diseño y la gestión de la solución solo a la administración pública. Luego, descubrió que como esta solución no había dado el resultado que se esperaba, las sociedades más desarrolladas donde se había aplicado dicho patrón habían optado por mantener dicho enfoque solo en la definición de las políticas públicas, pero ya no para el diseño y la gestión de los proyectos concretos. Para su diseño y ejecución se convocaría la participación de los agentes privados. El tercer patrón correspondía a las sociedades donde la solución de dichas problemáticas había sido asumida fundamentalmente por instituciones privadas, que diseñaban y ejecutaban sus propuestas con un financiamiento propio o de fuentes privadas, y no públicas. Finalmente, el cuarto patrón era la reacción, casi siempre violenta, de una población que se movilizaba tratando de forzar una solución a un problema que ellos padecían, y que se mantenía en el tiempo.
Años más tarde, y a partir de estos desarrollos, el Prof. Cazorla, discípulo muy cercano de Friedmann, y también catedrático en planificación, pero al mismo tiempo un gran gestor de programas y proyectos de desarrollo, propuso una quinta alternativa. La solución de las problemáticas sociales se alcanza más eficientemente cuando se combina el patrón de la iniciativa privada y el de las políticas públicas. Es decir, iniciativas privadas que definan el problema, que diseñen la solución, que cofinancien la puesta en marcha, y que al mismo tiempo sean complementadas en su diseño y sostenibilidad por los agentes y los recursos públicos.
En este sentido, ante el problema originado en nuestro país por la COVID-19, pienso que la solución más rápida y eficaz a esta problemática se daría si se aplica este modelo de gestión. Invitar a un liderazgo privado, capaz de convocar a instituciones del sector privado dispuestas a financiar temporalmente la solución, y que a este esfuerzo se sumen los agentes y las agencias de la administración pública con sus recomendaciones, sus recursos y también con el financiamiento público.
Sin un liderazgo privado no se acortará el tiempo necesario para salir de la crisis: las agencias públicas deben recorrer un camino largo de controles y autorizaciones que ocasiona, involuntariamente, que sus acciones siempre sean algo lentas. En este momento, debemos buscar soluciones rápidas apoyados en las capacidades que se tienen en el país. La responsabilidad por el bien de las personas más necesitadas no es una tarea exclusiva de los agentes estatales. Es responsabilidad de todos los miembros de la sociedad: personas naturales, empresas y organizaciones.