
Alejandro Fontana, PhD
Hay directivos de empresas que consideran que el pago de los impuestos es su principal contribución al desarrollo. Pienso que nadie discute lo relevante que los impuestos de algunas empresas pueden ser para el sostenimiento del aparato estatal y de las iniciativas públicas. Sin embargo, lo que quizás tenemos que reconocer es que para los habitantes de la localidad donde operan las empresas, esto no es suficiente.
Por eso, es un deber para los que estamos en la Academia mostrarle a la Alta Dirección de las empresas que cualquier iniciativa empresarial en un territorio determinado la convierte, de facto, en un actor co-responsable del destino de la población de dicho territorio. Y debemos comentarle también, que cuando la empresa asume adecuadamente este rol, no solo consigue vencer las resistencias sociales que pudieran haber surgido; sino que además, levanta el nivel económico, social y cultural del entorno donde opera, convirtiéndose así en un soporte auténtico del desarrollo local.
En este sentido, desearía comentarles los detalles de una intervención empresarial en una zona suburbana de Lima, que ilustra muy bien estas ideas.
El responsable del proyecto, un joven egresado de una universidad donde se procura enseñar a los alumnos a tener sensibilidad por los demás, llegó a la zona a construir un complejo comercial. En ese momento, se percató de las condiciones de vida de su población: sin servicios, con viviendas rudimentarias, sin veredas ni pistas, etc. Todo esto le planteó en conciencia hacer algo por esta población.
Como era de esperar, antes de iniciar las obras de este complejo se le presentaron algunas agrupaciones locales en plan de protesta. Ellos reclamaban, porque sentían que el futuro complejo comercial iba a quitarles sus pocos recursos. Sin embargo, accedió a conversar con sus dirigentes, y les preguntó que querían. Al terminar la reunión, él se había comprometido con unas obras para la población.
Cuando se lo comentó a sus jefes, la reacción de ellos fue de gran disgusto. Consideraban que él se había excedido en sus atribuciones. Sin embargo, como este joven profesional era muy hábil, les respondió que él había hecho sus cálculos y que todos los recursos necesarios para las obras de la localidad, él los iba a obtener de los ahorros que pensaba conseguir en el proyecto original. Bajo este supuesto y con su compromiso, sus jefes le aprobaron sus decisiones previas.
Entonces, con un seguimiento cercano del proyecto pudo asegurarse los recursos necesarios, y así consiguió cumplir los compromisos que había adquirido con la población. Sin embargo, cuando estaba por concluir la obra, recibió una llamada telefónica del principal directivo local. Ellos le pedían ahora una cancha de vóleibol. En ese momento, este joven directivo recordó que aún le quedaba pendiente la construcción del estacionamiento, y que además, este era bastante amplio. Entonces, accedió a construirles también esta cancha. Para hacerlo, le bastaba ampliar una cantidad mínima el estacionamiento, pintar unas rayas y colocar una net. Y así lo hizo.
Cuando faltaban pocos días para la inauguración del centro comercial, recibió una nueva llamada del dirigente local. Pero cuando le preguntó qué más necesitaban, este dirigente le dijo que ya nada más; que lo que la población quería saber era cuándo abrían, para ir cuanto antes a comprar al local…
No cabe duda que esta historia puede repetirse en múltiples ocasiones. Requiere, eso sí, directivos sensibilizados por las necesidades de la población; y también, que sean capaces de hacerse honradamente con los recursos necesarios. Ahora bien, el efecto puede ser mucho mayor si la Alta Dirección de las empresas se convence de esta premisa: toda iniciativa empresarial tiene un rol protagónico en el desarrollo de la población que vive en el territorio donde opera la empresa.
Una buena opción,para cumplir con las necesidades de la población.
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