Las brechas de la educación del management en las Escuelas de Negocios más renombradas de USA y Europa

Alejandro Fontana, PhD

En un artículo académico, Claus Dierksmeier recoge el cambio de actitud que ha tenido Michel Jensen, el creador de la Teoría de la Agencia. Esta teoría ha tenido un impacto relevante en el gobierno corporativo empresarial desde los años 90. Jensen defendió, y prestó para eso su autoridad académica, que en los negocios no había sitio para los valores personales de los directivos. Según él, el agente (el directivo) solo tenía una motivación: la económica, y que esa era la que el dueño de la empresa (el principal) debía satisfacer con generosidad para alinear los intereses (solo económicos) del agente a los intereses (también solo económicos) del dueño de la empresa. Sin embargo, como recoge Dierksmeier, en los últimos años, la visión de Jensen ha sido muy distinta. Según Dierksmeier, Jensen defiende ahora una “teoría de la integridad” en la educación del management. Es decir, él aspira a que los estudiantes actúen profesionalmente según sus valores personales, y considera, además, que la principal función de la educación del management es asistir a los alumnos en ese esfuerzo.

Sin duda, es un cambio de actitud muy significativo, y representa un acto de seriedad profesional que no puede menos que admirarse. Pero, ha quedado una brecha sin cubrirse. Los directivos que fueron influidos en los años anteriores por las enseñanzas de la teoría de agencia actúan aún con esos criterios. Las Escuelas de Negocios más renombradas de USA y Europa adoptaron las enseñanzas que derivaban de esta teoría; y de hecho, varios de los escándalos financieros que ha sufrido el entorno empresarial global fueron producidos por alumnos que pusieron en práctica estas enseñanzas. Según Swanson y Frederick, las Escuelas de Negocios han sido abiertamente consideradas, incluso, como “socios silenciosos de esos crímenes corporativos”.

En el caso de nuestro país, la preocupación surge, porque varias de las corporaciones empresariales nacionales han buscado llenar sus puestos directivos con los egresados precisamente de dichas Escuelas de Negocios. En la selección de directivos, muchas veces se ha tomado como baremo de calidad provenir de alguna escuela top del contexto americano o europeo: Booth, Wharton, Kellog, Stanford, Harvard, Sloan, Columbia, etc. sin tomar en cuenta las brechas que dicha formación traía. Por ejemplo, la falta de comprensión de que la empresa es una actividad humana, es decir, una actividad de seres humanos para servir a otros seres humanos. O la falta de reconocimiento de que el management es un arte, y como tal requiere el desarrollo de la razón práctica: no caben recetas universales. Siempre es necesario, reconocer las variables locales, conocer muy bien el entorno e identificar a qué responde, incluso, históricamente.

Hace varios años, una corporación nacional contrató a tres egresados de estas escuelas para dirigir un negocio que la corporación había adquirido recientemente. Con su visión enfocada en la eficacia, estos egresados aplicaron las recetas que habían aprendido en dichas escuelas. Según ellos, el negocio debía mostrar una rentabilidad inmediata, y por tanto vieron conveniente ajustar los costos. Con relación a los variables, decidieron cambiar de proveedor por uno más económico (el argumento fue que los consumidores no se darían cuenta del cambio). En cuanto a los fijos, había que eliminar almacenes: y la operación de diversas empresas relacionadas se concentró en unos cuantos lugares. Además, convenía bajar el stock de insumos (no sería necesario tener tanto recursos en inventario). Y la limpieza del local no era necesario hacerla cada día: se podía ahorrar en personal si se hacía cada dos días.

El resultado fue que ese negocio que era muy próspero antes de que la corporación lo adquiriese perdió el liderazgo y el prestigio que tenía: los consumidores se alejaron de él, porque notaron la diferencia de los insumos, porque las tiendas no estaban bien abastecidas y los servicios higiénicos no estaban limpios. ¿Qué les jugó en contra a estos directivos? Centrarse en la dimensión económica del negocio, sin tener en cuenta que todo negocio siempre responde a unas personas que son los que consumen; y a otras personas, que son los que sirven y buscan atender eficientemente las necesidades de los consumidores. Algo que nadie se los advirtió como esencial en la Escuela de Negocio donde estudiaron.

Por tanto, en el management la visión humanística es esencial, y no marginal. Como comenta Leonardo Polo, dirigir no es simple autoritarismo: no significa solo mandar hacer algo. El jefe imperioso, inflexible, inasequible que solo piensa que castigando y obligando conseguirá los resultados, realmente no dirige personas. Porque si esas personas lo obedecen, no mejoran; sino que se estropean. Sus acciones no son producto de una decisión racional propia y que los identifica con unos objetivos de la empresa. Son más bien, el resultado de mirar sus propios intereses: quieren mantener el trabajo, no desean que se les grite nuevamente, no desean tener problemas; y entonces, obedecen.  

La carencia de una visión humanista del management empobrece mucho al directivo, porque lo saca de la realidad. La realidad no es cómo él la piensa, sino como ella es en sí. Y un directivo que no tiene los pies en la realidad, muy poco puede hacer. Con esto, ¿no deberíamos cuestionar un poco más la calidad de la educación recibida en las Escuelas de Negocio?          

Publicado por Alejandro Fontana

Profesor universitario, PhD en Planificación y Desarrollo,

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