En busca de un dominio de la ética de los negocios

Alejandro Fontana, PhD

Hay diversos sucesos que últimamente nos han llevado a prestar una atención más delicada a la evaluación ética de las decisiones de los directivos. En nuestra sociedad, tenemos una sensibilidad mayor por los actos de corrupción que hemos presenciado. Además, somos testigos de los inconvenientes que generan para la sociedad. Pero esta sensibilidad no solo se ha presentado en nuestro país; es un efecto universal, y la presión internacional nos llega también por indicadores de la dirección como el ESG. La componente governance de este indicador es el que está precisamente relacionado con las acciones que buscan evitar los actos de corrupción.

Ahora bien, el contexto empresarial siempre ha estado gobernado fuertemente por los principios utilitaristas. Es decir, que una acción tenga consecuencias económicas positivas para la empresa es suficiente para considerarla como la más conveniente. Algo semejante se da con la aplicación del criterio costo/beneficio: “si el beneficio es mayor que el costo, se justifica la inversión o el proyecto”. Lo usual, por tanto, es que solo se mire el impacto económico. Esto es lo que significa el utilitarismo.

Pero los actos no pueden calificarse éticamente solo por las consecuencias que tienen. La ética no puede considerarse al margen de la realidad, o de los bienes, como comenta Sellés. La ética es un trípode que se apoya en tres patas: el bien propio del acto que se analiza; las normas que regulan el acto en la sociedad; y las virtudes que dicho acto genera. Por eso, continúa este filósofo, una acción ética es aquella      que elige un bien que desarrolla la inteligencia, y al mismo tiempo, desarrolla la voluntad. En contario, la elección de un bien que no genere un desarrollo en la inteligencia y en la voluntad no es un acto ético. Y es más ético, el acto que genere más desarrollo en la inteligencia y más desarrollo en la voluntad. Pongamos un ejemplo, perseguir el bien común de una sociedad supone un gran desarrollo en la inteligencia: diseñar la solución, implementarla adecuadamente, participación de muchos actores, mucho estudio, mucha interdisciplinaridad, muchos involucrados; y un gran desarrollo en la voluntad: muchas coordinaciones, mucha precisión, mucho trabajo bien elaborado, mucha perseverancia, mucha fortaleza, mucha justicia y muchos involucrados. Perseguir el bien común es, por eso, el acto más ético en una sociedad.  

Ahora bien, quería fijarme en el punto clave de la evaluación ética, porque allí también cometemos algunos errores de apreciación. El foco de atención de la ética no es lo que le suceda a los demás. Este es un impacto muy valioso de esta ciencia, tanto así, que como explica Juan Fernando Sellés, es lo que hace que la ética sea la única realidad capaz de unir a los componentes de una sociedad. El foco de la atención de la ética es el cuidado de la personalidad del propio decisor.

Por lo tanto, cuando hablamos de ética de los negocios nos referimos, fundamentalmente, al cuidado de la calidad personal de los decisores en los negocios. Lo que la ética de los negocios busca es que nosotros mismos -los decisores de los negocios- contemos con el conocimiento necesario para protegernos, a nosotros mismos, de nuestras decisiones libres que podrían dañar nuestra personalidad. Toda decisión empresarial siempre la toma una persona o un grupo de personas. La empresa no decide, deciden unas personas por la empresa, aunque la decisión se atribuya a la empresa. De allí que esas decisiones terminen teniendo también un impacto en la personalidad de cada uno de los directivos implicados en ellas.  

Y entonces, viene bien recordar que la valoración ética de todo acto humano libre depende de tres componentes. El acto en sí; la intención por la que se hace el acto; y las circunstancias que rodean al acto. De estos tres elementos, el acto en sí es el más importante. Hay actos que nunca son éticos, es decir, independientemente de cuáles sean las circunstancias y las intenciones, esos actos siempre tendrán una valoración ética negativa. Por ejemplo, la comercialización de drogas, la explotación de niños, el engaño en la venta, etc. En este tipo de actos, ni la intención ni las circunstancias pueden revertir la valoración ética del acto; nunca pueden convertirlo en un acto ético. Por eso, no es ético comercializar drogas, aunque con ese dinero vaya a financiar un orfelinato; o ese dinero lo use para educar a mis hijos.

Sin embargo, sí puede ocurrir que un acto que en sí es noble o tiene una valoración ética positiva se pervierta por la calidad de la intención o por las circunstancias que lo acompañan. Por ejemplo, la venta de un automóvil, que en sí tiene una valoración ética positiva, es éticamente negativa si la intención del vendedor es engañar al comprador; o las circunstancias del comprador no son las adecuadas para la adquisición de ese producto.

Los directivos de una empresa de retail en nuestro medio hacían muy bien cuando analizaban las compras que hacían sus propios colaboradores utilizando las facilidades de la venta al crédito. Habían descubierto que muchos de ellos se dejaban llevar por la presión de consumo de los clientes de esas tiendas, y asumían créditos que estaban muy por encima de sus posibilidades económicas al adquirir artefactos electrodomésticos en la propia tienda donde atendían.

Antes de terminar esta breve exposición quisiera advertir una realidad en la que en ocasiones erramos. Como la intención es una componente totalmente interna -desde fuera nadie puede conocerla-, la valoración ética solo puede hacerla el propio actor. Los demás nunca tendremos la información completa: siempre nos faltará el dato de la intención; y no será válido asumir uno, por más que nos parezca, a nosotros, que asumimos el más habitual o frecuente.

Por ejemplo, si un empresario o una persona natural financia a un partido político y no desea que se sepa que lo hace, a priori, no puede decirse que ese acto sea corrupto. Financiar un programa político y que otros no lo sepan no es un acto en sí no ético.

¿Este tipo de acto puede deteriorarse éticamente? Indudablemente, ¡sí!, pero dependerá de la intención y de las circunstancias con que se dio dicho financiamiento. Por ejemplo, si la intención fue financiar para obtener favores cuando dicho partido esté luego en el poder, el acto no es ético. Pero el conocimiento de esta intención, solo la tiene el propio actor. El juicio ético le corresponde a él; los demás no tenemos la información completa. Por eso, al momento de juzgar los actos de terceros bajo la dimensión ética, hemos de cuidar no traspasar este límite. Podríamos cometer un serio error… y nosotros ser los no éticos.

Desde fuera, solo podemos definir como no éticas, las acciones que en sí mismas no son éticas; pero no aquellas que siendo en sí éticas, pueden deteriorarse por la intención o las circunstancias del decisor.  

Publicado por Alejandro Fontana

Profesor universitario, PhD en Planificación y Desarrollo,

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