
Alejandro Fontana, PhD
En el contexto del management, hay muchos autores que han entendido que el sentido primordial de la existencia humana es la ‘satisfacción de necesidades’; unas carencias que podrían clasificarse como materiales, de conocimiento y afectivas. Para Leonardo Polo, sin embargo, esta visión hace imposible la sociedad, porque una sociedad de consumo empobrece, degrada.
Que la persona humana tiene necesidades es un hecho real, pero reducir la vida personal a solo el desarrollo propio es un error. Las necesidades en la persona tienen sentido de medio: son bienes para alcanzar otros bienes que no son necesarios para uno mismo, sino para otros como uno: seres humanos. La misma viabilidad del ser humano ha sido confiada al cuidado de otros seres humanos, quienes deben velar por él. Esta es la experiencia que todos nosotros tenemos del cuidado que recibimos de nuestros padres en los primeros años de vida. Ese cuidado fue esencial para la viabilidad de nuestro ser. El hombre es confiado a otros; y en especial, a la mujer.
El fin del hombre no es, por tanto, su propio desarrollo; sino preocuparse y darse al cuidado de otros. Como persona, el ser humano es un ser donante; es un ser capaz de atender a los demás. Podríamos decir que su razón de ser es la paternidad, pero no solo una paternidad biológica, sino el cuidado y la responsabilidad extendida a todos los que están, de algún modo u otro, cerca de él.
Con estos fundamentos sobre la realidad humana, creo que ahora podemos pensar en el modo como usamos y disponemos de nuestros bienes materiales. En concreto, de la disposición interior que tenemos para compartirlos con otros. Preparando este breve artículo, revisé, hace unos días, una publicación de IPSOS, que basada en el Censo de Población de 2017 y en la Encuesta Nacional de Hogares de 2018, ofrece datos sobre la composición socioeconómica de nuestro país. El resultado fue el siguiente: el 2% de la población del Perú pertenece al segmento socioeconómico A, es decir, tiene un ingreso mensual mayor a 12,660 soles; y el 10% de la población pertenece al segmento socioeconómico B, o sea, tiene un ingreso mensual mayor a 7,020 soles.
Muy probablemente, al ir leyendo este documento habrás comprobado, y no con cierto asombro, que estás entre el 2% más favorecido de la población peruana. Al mismo tiempo, es probable también que se hayan venido a la mente todos los bienes que aún no posees, y te hayas visto como una persona muy necesitada. Sí, es una reacción propia de nuestra imaginación; pero lo que es muy evidente, ante estos datos reales y ante el hecho de que por naturaleza somos seres donantes, que tenemos -que tienes- por delante una gran responsabilidad. Siguiendo con la imagen de la paternidad que mencioné anteriormente, tenemos un claro llamado a sentirnos responsables de muchas personas que están a nuestro alrededor.
Esto no significa que ahora debamos salir a repartir todo lo que tenemos a las personas que andan por las calles pidiendo limosna; significa, más bien, que al momento de disponer de los recursos materiales que tenemos, seamos conscientes de esta paternidad. Habrá quienes estén llamados a generar más puestos de trabajo; otros, a tener juntos con amigos iniciativas en beneficio de los menos favorecidos: niños, ancianos, enfermos, personas con algunas limitaciones. Nos tocará también apoyar más las iniciativas educativas que fomentan la generación de valores en nuestro país. Y también, nos tocará incluir en la formación de nuestros hijos y colaboradores el valor de la generosidad. Y probablemente, esto último, más que con razonamientos, con comportamientos que sean generosos.
Una pregunta adecuada es ¿cómo, cada uno de nosotros, estamos viviendo la generosidad? Cuando alguien se acerca a pedirte algo, ¿compartes algo con él: una propina, un dulce, una mirada amable? Cuando alguien nos atiende en un restaurante, ¿cómo reconoces esa atención? ¿qué tan magnánimo eres con la propina?
Como menciona Lucià Pou i Sabaté, generosidad es “…salir de uno mismo, dejar de estar ‘en-si-mismado’ -metido en sí mismo- y pasar a estar ‘en-tu-siasmado’ -volcado hacia el tú de los demás-”. Y ella misma concluye: “quizá aparentemente ‘no sirve de nada’, pero cuando falta no queda nada que sirva.