La amistad en la empresa: su importancia y cómo trabajarla

Alejandro Fontana, PhD

            Como comenta Fernando Sellés, toda cohesión social solo se da entorno a la virtud: la prudencia en el plano de la razón práctica, con su principal manifestación, la veracidad en las relaciones; y la virtud de la amistad en el plano de la voluntad. De este modo, veracidad y amistad son condiciones para la unidad de la empresa, y por tanto, para su sostenibilidad en el tiempo.

            Por eso, en este documento voy a intentar responder algunas preguntas con relación a la amistad: ¿qué la caracteriza? ¿cómo se construye? ¿qué supone?

            La amistad es la virtud más alta de la voluntad. Como virtud es un hábito que caracteriza a la persona que es capaz de hacer amigos. Es decir, dispone a la voluntad para asumir la tarea de construir más amistades. De otro lado, la amistad solo se construye uno a uno, nunca en grupo, aunque haya elementos comunes en el grupo: intereses, aficiones, tareas, retos. La amistad siempre exige pasar al plano de la persona, y no olvidemos, este es único e irrepetible, de allí que no pueda construirse en grupo.

            Precisamente por eso es que la amistad exige ser libre: es una decisión del sujeto, no es una acción condicionada por la lectura de alguna de nuestras facultades: vista, oído, imaginación, razón o afecto. No olvidemos que la persona es un fin en sí mismo, y por tanto, no puede reducirse a ser objeto de una de estas facultades; objeto en el sentido de elemento poseído por ellas. Mi facultad puede pedirme la compañía de una persona del mismo modo como otra me pide una gaseosa, unos zapatos distintos o un plato de comida; pero esta petición no es el inicio de una amistad, porque a esa persona no la busco por quien es, sino por lo que su compañía le brinda a mi facultad particular.  

            Nos puede parecer difícil que la amistad exija este nivel: al menos en nuestra experiencia no nos parece que sea tan exigente, porque en el inicio de algunas de nuestras amistades hubo una reacción de este tipo en nuestras facultades. Sin embargo, lo que confirma que este tipo de reacciones no es el inicio de una amistad es probablemente la experiencia, también propia y extendida, de que tenemos pocos amigos a pesar de haber conocido y tratado a tantas personas.

            Como la prueba de la virtud es el tiempo: hablar de virtud es hablar de estabilidad; si no permanece, es que no la hay. En esos casos, no ha existido la virtud de la amistad, porque al inicio y en todo el proceso no hemos actuado libremente, lo hemos hecho condicionados por alguna de nuestras facultades. Y en esto es muy cierto lo que afirma Juan Luis Lorda: a pesar que nuestra sociedad habla y defiende mucho la libertad, se ha olvidado que la principal dimensión de la libertad es la interior: la capacidad de moverse sin estar condicionado por nuestras facultades: no me cae bien; me parece que solo habla de sí; no me gusta su tono de voz; no sabe comer; no sabe hablar…

Todo esto no significa que a partir de ahora no cuidemos mejorar nuestros modos de comportarnos y de aparecer. Parte del cultivo personal es precisamente este: hacernos más fácilmente amables. Es decir, que no exijamos a los demás unas condiciones “heroicas” para tratarnos y comprendernos… ¡Buen favor les haremos a los demás si procuramos cultivar nuestros modos!

            Pero en lo que se refiere a nuestra actuación, hemos de procurar que ella sea lo más libre posible; que no esté condicionada por nuestras emociones, y que sea capaz de encontrar la persona que hay escondida en las apariencias del otro. En la empresa, esta libertad se traduce en una actitud: la apertura para hacerse amigo de todos, sin excluir a nadie de esta posibilidad, porque -y esta es otra característica de la amistad-: supone predilección, una aceptación previa a cada una de las personas. Hemos de buscar que nos interesen sus inquietudes, sus intereses, sus deseos, sus preocupaciones, incluso lo que no nos hayan manifestado, pero que podemos adivinar.

            Y cuando digo nos interesen, significa que nos compramos sus problemas, porque la característica de la amistad no es dar algo, como ocurre en la justicia, donde a cada uno se le da lo suyo. La amistad significa darse uno mismo: poner en juego las propias capacidades sensibles, intelectuales y de hacer; la propia presencia; la identificación de sentimientos; y el propio tiempo…

            Aunque nos vayamos un momento a un plano mucho más profundo, pienso que es conveniente mencionar algo que Fernando Sellés recoge cuando califica a la verdadera amistad. Como la amistad solo se da entre personas, para este autor no hay amistad verdadera si el amigo no procura ayudar a su amigo a descubrir el propio sentido personal. La idea es profunda y muy atractiva: a fin de cuentas, una persona se define por su razón de ser, y ningún conocimiento es más deseable que descubrir el fin por el que fuimos llamados a la existencia.

            Llegados a este punto, ¿qué demanda la virtud de la amistad? ¿qué exige trabajar en el propio modo de ser para hacerse capaz de sembrar amistad? Recojo algunas consideraciones de la experiencia:  

a) A mayor control del propio carácter y temperamento, más facilidad para hacer amigos. Si por ejemplo uno tiende a rumiar los eventos vividos, conviene controlar especialmente esa dimensión del temperamento: descoloca mucho…

b) Tener en cuenta que los hombres tenemos derecho a equivocarnos, y por tanto, no nos deben airar los errores de los demás. Tampoco quejarnos de sus equivocaciones. Ayudar a superar esas limitaciones personales, pero sin pensar que son el desastre final, y menos hacerlo sentir así.

c) Viene bien no tensar las relaciones. “Sonreír más, ceder y esperar…” La capacidad de autocontrol puede ayudar a no tensar las relaciones. La amabilidad en las formas es una buena manera de crear un ambiente grato: un por favor, un gracias, un gesto amable, un ceder el paso, un tono alegre y relajado… Estos detalles generan un ambiente de respeto y de atención. Y el esperar puede ser necesario no solo para que los demás cambien; en ocasiones, también puede ser el tiempo que uno mismo necesita para modificar una dimensión de su propio carácter.

d) Tener un verdadero interés por los demás, que se traduzca en que sus preocupaciones sean las nuestras. Si tenemos capacidades que podemos poner en juego para apoyar alguna de estas preocupaciones, lo propio de la amistad es hacerlo: en eso consiste la amistad, en poner a disposición de los demás nuestras capacidades.

e) Tener la actitud de hacer favores. Es una forma muy sencilla de hacer amigos. Toda vida tiene complicaciones, por lo tanto, siempre viene bien un apoyo amable de alguien, incluso en temas pequeños. Los demás terminarán valorándolo…

f) Y no dejar de rezar por ellos y por sus familias. Pedirle a la Providencia Divina que vele por ellos es una manera muy sencilla de desear lo mejor para cada uno. Y además, uno comprueba cómo la Providencia actúa, y ayuda a modificar los modos de ser de los demás, aunque algunos de ellos nos hayan parecido antes inamovibles.

Publicado por Alejandro Fontana

Profesor universitario, PhD en Planificación y Desarrollo,

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