
Alejandro Fontana, PhD
Recientemente los peruanos nos hemos expresado políticamente para elegir las autoridades democráticas que liderarán nuestro país los siguientes cinco años. En condiciones de un verdadero interés por el bien común, a estas alturas, hubiéramos conocido ya el resultado de nuestra elección. Los hechos, sin embargo, apuntan a mostrar que el proceso no ha sido conducido bajo la óptica de la búsqueda del bien común.
Por lo tanto, esta situación me permite analizar la relevancia que nuestra sociedad ha prestado o no, a la adquisición de una calidad moral de sus integrantes. Me preguntaría, ¿los criterios morales están presentes en nuestra vida profesional? ¿de qué manera desde las empresas y desde la administración pública se promueve y se enseña este tipo de comportamiento? ¿cuánto se profundiza en las cuestiones éticas en las Escuelas de Negocio y en las Escuelas de preparación para la actividad pública? Hemos de convencernos, que la sostenibilidad de una sociedad requiere la construcción de criterios éticos a nivel personal y colectivo.
Para mostrar, de modo académico esta realidad voy a utilizar un modelo elaborado por el profesor Josep Rosanas, del IESE. Es una modelo sencillo que puede aplicarse a toda realidad donde se presenten una estructura formal de actuación: un reglamento de un club, un sistema de incentivos en una empresa, una norma jurídica, etc.; y la actuación propia de los decisores, quienes deben aplicar dicho reglamento, sistema o norma.
Como tenemos dos variables independientes, entonces podemos armar un espacio cartesiano. En el eje horizontal aplicaremos la calidad técnica del sistema formal (reglamento, sistema o norma); y en el vertical, la calidad moral de los decisores que aplican dicho sistema. Con relación a la calidad técnica del sistema formal, podemos plantearnos dos alternativas. De un lado, que el sistema es justo y muy bueno: ha sido hecho con mucha precisión y buscando efectivamente el bien común. Y de otro lado, que el sistema tiene más bien fallas técnicas, o que es ambiguo y tiene muchos puntos que darían ocasión a faltas de justicia, corrupción, etc. Finalmente, en cuanto a los decisores, podríamos optar también por dos alternativas de clasificación: se trata de personas justas; o más bien, se trata de personas que buscan su propio interés y no el bien común.
Como consecuencia de esto, obtendríamos la matriz que se recoge en la siguiente figura:

Por lo tanto, esta matriz nos permite apreciar que los escenarios deseables son el A y el D. Ambos escenarios con un elemento común: la calidad ética de los decisores. De allí la necesidad que como sociedad, tenemos de empeñarnos cada vez más en fomentar y promover la calidad moral. Es una cualidad imprescindible para nuestros directivos, jueces, autoridades políticas, funcionarios, directivos de sindicatos, profesores, profesionales, comerciantes, operarios, técnicos, estudiantes universitarios, escolares, niños…
Pienso también, que a partir de este análisis, cada uno de nosotros puede hacerse una idea de qué deberíamos exigir como sociedad al observar unas irregularidades en el actual proceso electoral.