
Alejandro Fontana, PhD
Siempre que me he topado con esta frase, me ha impresionado. Ahora mismo, resuena en mi interior, quizás por algún suceso personal que he vivido en estos días. Curiosamente, y por eso, creo que reflexionar sobre ella, nos puede ayudar a comprender las limitaciones que tienen los sistemas de gobierno basado en el conteo de votos.
Para la humanidad, entender qué es la libertad humana no le ha sido sencillo; pienso que aún, hoy mismo, nos resulta difícil comprenderla. ¿Qué significa que un ser con una naturaleza dada sea libre? ¿hasta qué límites puede acercarse con esa capacidad recibida? O acaso, ¿no hay ningún límite?
Pienso que a nadie de nosotros, a estas alturas, le queda duda que somos seres libres que nunca elegimos ser libres. Sea uno creyente, agnóstico o ateo; esto es una realidad comprobable empíricamente. Ninguno de nosotros tuvo la oportunidad de elegir entre ser un ser libre o ser un ser sujeto a una instintividad absoluta. Cuando uno se acerca a la antropología realista, una de las afirmaciones que desconciertan es leer que los instintos en la naturaleza humana —todos los instintos, incluso el sexual— son débiles. Y argumenta: si los instintos humanos fueran fuertes, el ser humano no tendría posibilidad de no seguirlos. Creo que todos hemos tenido ocasión de comprobar, que al menos en alguna ocasión, hemos sido capaces de sobreponernos al hambre, la sed, el sueño, y un largo etc.
La experiencia personal y ajena también nos permite comprobar que hay decisiones tomadas libremente que nos dañan. ¡Es curioso! Para muchos, la ética es la ciencia que previene no dañar a terceros; la ética, realmente, lo que busca es que no nos dañemos a nosotros mismos con nuestras propias decisiones. Siempre me ha llamado la atención esa secuencia fotográfica que muestra la evolución dramática de un joven que cayó en el consumo de estupefacientes. Nadie lo obligó a seguir ese camino, lo siguió, porque decidió hacerlo libremente. Sin embargo, la pregunta que podríamos hacernos es la siguiente: ¿era eso lo que él quería para él? ¿Con ese futuro soñó toda su vida?
Para que la libertad humana dé su fruto: se llegue a dónde se quiere ir realmente, es necesario seguir la premisa recogida en la frase que encabeza este artículo. Solo la verdad permitirá ejercer adecuadamente esta capacidad que se llama libertad… Pero, la verdad no es el resultado del diseño propio, ni tampoco el de un colectivo. La verdad es la realidad, y por tanto, una realidad a la que debemos acercarnos con respeto, como ahora estamos aprendiendo a hacerlo cuando comprometemos con alguna de nuestras acciones el medio ambiente.
El domingo pasado, un buen bloque de decisores, incluso, —me atrevería a decir que muchos de ellos de los más vulnerables del país— han optado libremente por una opción. Pero, ¿qué procedimiento siguieron para hacer esa decisión? ¿se informaron adecuadamente; pidieron consejo sobre lo que debían decidir; confrontaron lo que ha ocurrido antes con las propuestas totalitarias en nuestro país y en otros países? Lo lamentable, es que las personas más vulnerables son las que más sufren, precisamente, en los gobiernos totalitarios y estatistas. Lo que les parecía ser la solución de sus problemas, no es más que el medio para una situación aún más complicada.
Si antes de ejercer la libertad, el ser humano no se preocupa por reconocer la realidad, lamentablemente no llegará a donde deseaba ir, no alcanzará el objetivo que deseaba alcanzar. Porque, simplemente, por falta de los conocimientos adecuados, le ha fallado la elección del camino. Y el punto de llegada será otro, muy probablemente, muy lejos del que inicialmente se planteó como objetivo.
Una ultima reflexión para el entorno directivo. Una mayoría de votos en un comité o un directorio no aseguran que la decisión sea la debida. Lo decisivo no viene por el aspecto cuantitativo, sino por la cualidad —la calidad de cada uno de los votos. Para ser eficaz, cada uno de los miembros de dicho colectivo debe profundizar antes su conocimiento sobre la realidad en la que se decide. Solo la verdad, os hará libres…