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Alejandro Fontana, PhD
El número y las consecuencias de los acosos o violencias sexuales en el trabajo sigue siendo alto y traumático para el agredido y para la organización. Un estudio de Joni Hersch, publicado en IZA World of Labor , en julio 2024, ha vuelto a poner en la mesa de trabajo este problema presente aún en las empresas a nivel mundial.
Al mismo tiempo, y considerando los esfuerzos que se hacen en las corporaciones empresariales por abrir más espacio a la participación de la mujer, resulta contraproducente que estas mismas corporaciones, sin darse cuenta, puedan estar fomentando un ambiente que genera, precisamente, violencias sexuales hacia las mujeres que provienen de hombres o de mujeres en posiciones superiores. Este documento, intenta explicar los mecanismos que explican este resultado contraproducente.
Definición de acoso sexual
Hersch, en su artículo, recoge la definición de acoso sexual que proporciona uno de los documentos de la Secretaría de las Naciones Unidas:
cualquier insinuación sexual no deseada, solicitud de favores sexuales, conducta verbal o física o gesto de naturaleza sexual, o cualquier otro comportamiento de naturaleza sexual que razonablemente pueda esperarse o percibirse como causante de ofensa o humillación a otra persona. Dicho acoso puede, además, pero no necesariamente, darse en una forma que interfiere con el trabajo, se convierte en una condición de empleo o crea un ambiente de trabajo intimidante, hostil u ofensivo. (UN ST/SGB/2008/5, page 1).
Ella también presenta la encuesta que ILO-Lloyd’s Register Foundation-Gallup realizó a casi 125,000 individuos de 121 países y territorios, en 2021, y que signficó el primer intento de mostrar una evidencia internacional sobre la violencia y el acoso sexual en el trabajo utilizando una metodología consistente. En dicha encuesta, una de las preguntas fue: “¿Usted, de modo personal, ha experimentado alguna vez algún tipo de violencia o acoso sexual como tocamientos sexuales no deseados, comentarios, imágenes, correos electrónicos o solicitudes sexuales mientras estaba en su lugar de trabajo?”
La Figura 1 muestra los porcentajes sobre el total de empleados que respondieron afirmativamente a este pregunta por región, según el nivel de ingresos del país y por sexo.
Figura 1. Porcentaje de empleados que han experiementado violencia o acoso sexual en el trabajo por región, por nivel de ingresos del país y por sexo, 2021

Los resultados muestran que el acoso o la violencia sexual es más frecuente en América que en otras regiones; que en todas las regiones las mujeres están más expuetas que los hombres; y que la exposición de las mujeres es mayor en los países con más ingresos económicos.
De otro lado, como señala Hersch en su artículo, cuando esta actitud está presente en el lugar de trabajo se producen una serie de costos para las víctimas y para la organización. Hay una evicencia muy amplia de que en este tipo de contextos se da una baja satisfacción por el trabajo y que la salud psicológica y física se deteriora; de que se presenta un alto absentismo entre los empleados; de que existe un compromiso menor con la organización; y de que se produce un mayor número de renuncias. Además, en la organización se genera un ambiente de menor productividad; se requieren más procesos de contratación; se producen pérdidas del tiempo de los directivos que deben dedicarse a las invetigaciones; y se presentan una serie de gastos adicionales, como gastos legales e indemnizaciones para las víctimas.
En los últimos años, para evitar este tipo de situciones se han establecido diversos sistemas de compliance en las empresas y en muchas organizaciones. En su artículo, Hersch también muestra cómo estas medidas han permitido que el número de casos -conocidos solo de modo indirecto a través de estudios- ha disminuido en las últimas décadas. Y para mostrarlo, ella recoge en su artículo un estudio sobre los empleados del gobierno de los Estados Unidos (cfr. Figura 2).
Figura 2. Evolución del porcentaje de empleados del gobierno de los Estados Unidos que han sufrido acoso o violencia sexual en los dos últimos años

Podemos, por tanto, extrapolar que algo semejante se ha dado en nuestro país: el número de situaciones de esta naturaleza debe haber disminuido por la implementación de políticas de compliance en las empresas. Pero no obstante esto, el acoso sexual es un problema aún no resuelto; y uno, que sin darnos cuenta, podemos estar cultivando con algunas políticas corporativas.
En agosto 2011, Fox News publicó una entrevista al Dr. Keith sobre el impacto que el contexto cultural genera en la orientación sexual. Keith es un psiquiatra que ha ayudado a muchos adolescentes y adultos a encontrar el sentido de su sexualidad; y que esta convencido que el ambiente y las influencias sociales pueden impactar en los deseos y el comportamiento sexual.
En esa ocasión, Keith había escrito en su blog sobre el caso de una niña de 10 años que había salido fotografiada en la edición francesa de la revista Vogue en poses diseñadas para lucir seductiva usando ropa de adultos. Y él objetaba, en esa ocasión, que este tipo de imágenes de niños comercializadas al público podían “crear” nuevos pedófilos. Su explicación era la siguiente:
Cuando una revista publica fotos de un niño que pretenden ser eróticas y muchos miles de mujeres adultas compran esa revista -aceptando implícitamente su contenido-, entonces, automáticamente, se normaliza la noción de que los niños pueden ser objetos apropiados para la fantasía sexual. Y aunque no parezca así, esto tiene el poder en envalentonar a hombres que de otro modo nunca hubieran expresado su interés sexual inconsciente por los niños, pero que ahora pueden actuar así con ellos.
Y él concluía:
Los seres humanos nos dejamos influir poderosamente por los demás y por los valores culturales y enfoques que promulgamos como válidos. Y estas influencias pueden impactar en la sexualidad de manera tan dramática como para determinar no solo si uno está actuando o no sobre sus sentimientos sexuales hacia hombres, mujeres o niños; sino también, sobre el inicio en el sentir de tales deseos.
En consecuencia, la supervivencia del acoso sexual en el contexto laboral va a depender también del modo como las empresas gestionen sus políticas sobre las manifestaciones de las orientaciones sexuales. Como comentó Carmen Camey en un artículo de noviembre de 2017, y después de la publicación de los abusos de Harvey Weinstein, de otros directores, productores, actores, altos directivos de empresas, colectivos artísticos y políticos: “es la cultura hipersexual de nuestra sociedad la que genera este tipo de maltratos”. Y ella misma luego agregó: “con la excusa de la libertad sexual, hemos dejado pasar muchos comportamientos que dejan la puerta abierta a relaciones abusivas”.
Siendo precisamente las mujeres el principal target de este tipo de violencias -con actos que provienen de hombres y también de otras mujeres; en ambos casos, en posiciones de poder en la organización-, y teniendo en cuenta los traumas, miedos y culpabilidad que se genera en la mujer agredida, y los costos que producen a la organización, convendrá no solo contar con políticas que hagan seguras las denuncias y quejas que las víctimas puedan plantear (Camey, 2017), sino también, tomar medidas para evitar que estas situaciones no se presenten nunca más en la organización.
En este sentido, una tarea delicada será repensar también la actitud que las propias organizaciones adopten sobre las manifestaciones de las orientaciones sexuales. Caso contrario, en las empresas se estará fomentando una cultura que normaliza y que puede dar pie a que se generen este tipo de maltratos a la mujer.