
Alejandro Fontana, PhD
Pienso que ya estamos frente a un contexto empresarial que comprende que los resultados de una empresa no pueden reducirse al aspecto económico. Larry Fink, el CEO de BlackRock, uno de los fondos de inversión más grandes de Estados Unidos, dirigiéndose a los CEOs de las empresas donde este fondo tiene inversiones, les comentaba que las inversiones de fondos privados en empresas con activos sostenibles habían superado el último año los 288 billones de dólares. Y quien habla de activos sostenibles hace referencia a operaciones que claramente buscan un impacto positivo en lo social, y al mismo tiempo, no ocasionar un daño al medioambiente.
Por lo tanto, hoy en día, unos buenos resultados económicos no son suficientes para justificar una inversión económica: son condición necesaria, pero no suficiente. Interesa mucho el cómo se hayan conseguido dichos resultados.
Si trasladamos esta cuestión al plano directivo, comprobaremos que un comportamiento directivo capaz de tener en cuenta la eficacia sin dañar el ambiente ni el contexto social reclama la existencia de dos niveles adicionales al resultado económico: los resultados alcanzados en la dimensión operativa y la dimensión evaluativa. Es decir, un nivel que se caracteriza por el dominio teórico y práctico de la naturaleza física: la dimensión operativa; y otro nivel, que corresponde a la capacidad de evaluar las actitudes de los demás actores: la dimensión evaluativa.
Me parece que la dimensión operativa no exige mucha explicación: intuitivamente es posible pensar que este dominio es un elemento clave del buen hacer de una empresa. Parte del cómo sostenible de unos resultados empresariales viene dado por el mayor dominio que se vaya consiguiendo con la ejecución de la operación.
La sostenibilidad exige, pues, que la empresa no puede dormirse en su éxito. Debe seguir aprendiendo y preocuparse por adquirir más dominio de la técnica, el arte, el conocimiento de las necesidades del consumidor. Es decir, el cómo sostenible implica una apertura a la innovación en los directivos, en primer lugar, y en toda la organización, en general.
Quizás entender la dimensión evaluativa en la empresa como parte de la exigencia de la sostenibilidad sea menos intuitivo. La dimensión evaluativa hace referencia al plano de los valores personales y corporativos. Estaríamos sosteniendo que no puede haber sostenibilidad si faltan valores. Y es que, en una organización, solo estos son los que pueden detener una acción que atente contra el medioambiente, o que tenga un impacto social negativo.
El aprendizaje que debe adquirir un directivo no puede limitarse al dominio de la técnica o de los conocimientos. También ha de preocuparse por adquirir unas cualidades más profundas: empatía, humildad, desprendimiento, espíritu de servicio, responsabilidad. Y a esto se le llama dimensión evaluativa, porque el aprendizaje en estas cualidades habilita al directivo a evaluar dichas cualidades en las personas que le rodean. La evaluación de una cualidad, o incluso, de un conocimiento exige que el evaluador tenga un dominio mayor en dicha cualidad o conocimiento del que tienen los evaluados. Solo puede evaluar correctamente en matemática, quien tiene un dominio mayor en matemática que los evaluados; y solo, puede evaluar en empatía, quien posee un nivel de empatía mayor.
En consecuencia, el cómo sostenible de una actividad empresarial reclama también a los directivos una apertura al aprendizaje de valores. Es decir, a una preocupación por la calidad de la propia personalidad.
El cómo sostenible puede ayudarnos a humanizar la actividad empresarial…